Hoy me ha tocado a mí: cuando el gato de una veterinaria enferma

Hoy era un día cualquiera, uno de esos días en los que nos ausentamos de la clínica y vamos a un curso de formación. En esta ocasión era yo quien asistía al Congreso Anual sobre Medicina Felina.

Como si una broma del destino se tratase, en el momento en que el ponente estaba hablando sobre obstrucción urinaria en gatos, recibo un mensaje de mi marido diciendo que nuestro gato, Titi, estaba en el jardín de casa sin moverse y sin reaccionar a estímulos. Una alarma ha sonado en mi cabeza: intoxicación, atropello… Mi respuesta inmediata ha sido: “llévalo rápido a la Clínica”. Durante varios eternos minutos he esperado un mensaje de María, mi compañera, que ha recibido a Titi y lo ha atendido  de inmediato. Se trataba de una obstrucción urinaria, justo lo que estaba siendo explicado en la charla a la que yo estaba atendiendo.

Cuando un gato se obstruye y no puede orinar, se acumulan sustancias tóxicas en su sangre, llegando a producir un estado comatoso y produciendo daños, a veces irreversibles, en el riñón. Es una emergencia que se debe atender inmediatamente. La buena  noticia: que se puede sondar y desobstruir.

Los 20 minutos que he tardado en desplazarme desde el hotel donde se estaba celebrando el congreso hasta nuestra clínica en Sedaví, han sido los más largos y angustiosos que he vivido en mucho tiempo. Me temblaban las manos, el corazón me iba a estallar en el pecho, he conducido de una manera temeraria suplicando en mi interior que mi pequeño estuviera vivo al llegar a la Clínica.

Cuando he llegado allí, María y Cris lo tenían todo bajo control. Con serenidad y dedicación habían eliminado el tapón mucoso que impedía que Titi orinara, y ya le habían hecho radiografías, analítica, puesto el gotero y administrado mediación para salir del shock.

 

 

El buen trabajo de mis compañeras y su empeño por sacar a delante al niño de mis ojos, ha hecho que Titi ahora mismo, 12 horas más tarde esté estable y recuperándose adecuadamente. Lamentablemente, sus riñones están muy dañados según demuestra la analítica, así que sólo podemos seguir con todo el tratamiento y esperar que en los próximos días se vayan normalizando los valores. Sé que es difícil  y no tenemos muchas papeletas de salir airosos de esta, pero lucharé hasta el último minuto para que su cuerpecito remonte.

Titi no es un gato cualquiera. Es un gatito rescatado que llegó a mi vida el mismo año que mi hija mayor, Laia. Ahora ambos tienen 5 años. Ella dice que Titi es su “tete”. Es cariñoso como ningún gato de los que he tenido nunca. Y su tolerancia con los niños es algo digno de estudio.

Hoy me ha tocado a mí estar al otro lado. He vivido en mis carnes el miedo, la angustia y la incertidumbre de no saber si hoy sería un día con final triste. Mi miedo ha paralizado todos mis sentidos, hubiera sido incapaz de ejercer de veterinaria, ya que ni mi mente ni mis manos me respondían. Al ver a mis compañeras haciendo su trabajo con determinación y seguridad me he retirado calmada sabiendo que Titi no podría estar en mejores manos.

Confianza total, amor incondicional. Sin hablar, era todo lo que se palpaba en la clínica. Gracias María, Cris, Marta y Miriam por cuidarle a él y a mí en un día tan duro.  Puede que el final de esta historia no sea feliz, pero me siento en calma al tener a estas grandes profesionales al pie del cañón. Con amor y buen trabajo, se pueden mover montañas.

 

Lucía León Ródenas, veterinaria de la Clínica Veterinaria Sedaví